Relato III

18/03/2021

Pocos días después de los relatos lunáticos II, la luna se llenó y comenzó a menguar. Y nosotres volvimos a plantar, para ello nos fuimos hasta La Figal de excursión en busca del humus de lombriz, cargamos 22 sacos de 15kgs y nos quedó allí la mitad para otro día. La Vosguaja pudo milagrosamente transportar todo ese peso de Cancienes a Santiagu’l Monte a ritmo de palier escacharrao. Hubiéramos ido con el remolque, pero cuando la abrimos nos invadió la pereza al ver la fábrica de fermentación de salvado de cereal que había allí adentro instaurada desde vete tú a saber cuánto tiempo. Así que mirando para otro lado cerramos la puerta y ahí dejamos el quilombo como si con nosotres no fuera la cosa.

Ese mismo día, que fue muy productivo, aprovechamos y plantamos cebolletas dentro del invernadero de una línea que había quedado a medias. Y más tarde descubrimos que la inundación persistente del interior de la nave podría deberse a un argayu jarto que aconteció en la zanja en la parte más alta. Ahí estuvimos paleando arcilla mojada para gloria de nuestros lumbares hasta que
más o menos lo dimos por válido.
Al día siguiente volví a pulir la obra y dejarla del todo bien, me quedó tan bien la nueva zanja con la arcilla que me planteé retomar mi carrera de ceramista. Y desde entonces hasta ahora… siguió inundándose la nave!
Científiques de todo el mundo se han puesto a investigar la causa de
este extraño evento que parece no tener explicación.

Revisando la pizarrita donde apuntamos las tareas por hacer en la finca me encontré con las siguientes tareas: ser muy felices y pasarlo bien, plantar lechugas, plantar cebollas, plantar cara al sistema. Me sentí bastante satisfecha al comprobar que de 4 tareas, 3 ya estaban hechas.
Sólo quedaba mantener un poco el invernadero que de la noche a la mañana, de verdad, de la noche del dos de febrero a la mañana del tres, a la muruxa que manteníamos a raya le dio por explotar y creció en unas pocas horas alrededor de 30cm sepultando bajo sus hojas a todas las lechugas, coles, espinacas, acelgas y puerros, así que a pesar del menguante hubo que ponerse a quitar (menos mal que se deja quitar fácilmente esta adventicia) y si ya tuviéramos el gallinero habitado pues ese banquete que se hubieran pegado les pites, pero como no, pues fue p’al compost que tampoco está mal.

Y, ¿quiénes estaban refugiades en el espesor de la muruxa? Un montón de orugas, caracoles y babosas. Así que cuando logramos deshacernos de toda esa selva, hubo que echar ferramol a puñaos por ahí (algún granito azul igual os llegó a casa entre las hojas de algún vegetal cosechado) para despedirnos de los moluscos, y también cuando hubo el rato y no hubo sol, el BT para las
orugas. Todo pareció recuperarse tras estas intervenciones, las acelgas deliciosas exuberantes, las hojas de espinaca crecieron de lunes a lunes hasta alcanzar tamaño imprenta dinA4, los puerros gordos se fueron a las cocinas de nuestras consumidoras y dejaron hueco a más lechugas que se plantaron, las lechugas crecieron sin espigar… en fin que así pudimos mantener el ritmo
desorbitado de pedidos de los lunes pues la gente enloqueció con tanta hoja verde deliciosa.

Vendimos la sembradora de patatas a la que de repente le salieron varios pretendientes.

También lograron arreglar la puertecita del invernadero que se arrancó de cuajo una noche de viento huracanado. Algún paisano necio abrió sitio afuera para más cebollas y otros dos las plantaron.
Resolvimos una ñapa de la verja del cierre. Y en los últimos días de tregua de lluvia, la desbrozadora de escayos y destrozadora de cuerpos, abrió camino hasta el depósito que llevaba como mínimo dos años escondido bajo las zarzas; llevábamos un tiempo con la mosca detrás de la oreja: todo el día encendida la bomba para tener el depósito cargado y apenas salía agua por la manguera… Horas con la máquina al hombro lograron alcanzar el objetivo y salió a relucir una raja en su parte inferior por la que perdía todo el agua bombeada, así resolvimos el caso del exceso de encharcamiento en la zona de cultivo que nos impedía plantar. Y ahora, toca solucionarlo.